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Octavio Paz y el liberalismo romántico: un encuentro con Yvon Grenier

 

Por Jaime Porras

 

 

 

Figura decisiva de la letras hispanoamericanas del siglo xx, además de su obra como poeta y ensayista, Octavio Paz se distinguió como un agudo pensador de la política, que analizó temas tan diversos como el sistema político mexicano, las trampas de las ideologías y el papel del arte dentro de lo político, todo esto bajo la óptica de un intelectual con un pie en el liberalismo y otro más en la tradición romántica.

 

Nieto de un escritor liberal durante el porfiriato e hijo de un abogado con inclinaciones zapatistas, para Paz la esfera política formaba parte de sus intereses desde muy temprana edad. Sin embargo, nunca existió en él la intención de desarrollar doctrina política alguna o de ocupar el lugar destinado a los politólogos. Para Paz, la política tocaba todo aspecto del individuo, al igual que la estética, la historia, la ética, el erotismo y las tradiciones culturales. De esta visión global de la existencia proviene el interés (y la preocupación) del escritor mexicano por las realidades y las posibilidades de lo político. Simpatizante en un principio del pensamiento socialista –aunque cuesta trabajo insertarlo dentro del marxismo–, Paz se fue desplazando poco a poco hacia una visión ligada al anarquismo –en sus épocas de mayor acercamiento con el surrealismo– para aterrizar después en la defensa del liberalismo, este último entendido por él no como la ideología triunfante en la batalla de las ideas, sino como una forma de vida que asegure la libertad para el individuo en diversos campos. Estos virajes le produjeron aplausos y repudios por igual, sobre todo entre los intelectuales latinoamericanos. Pero a diferencia de las tendencias temporales en la región, Paz se posicionó como un mordaz crítico de regímenes distintos, además de haber encarnado como pocos la figura de polemista.

 

¿Cómo es posible conciliar conceptos tan disímiles como idealismo y pragmatismo, pasión y razón, cambio social y tradición? Esta es precisamente una de las características esenciales del pensamiento político de Paz: asumirse como un defensor del liberalismo pero afirmando en cada momento una deuda con el romanticismo. Liberal, por un lado, manifestando su defensa de la participación del ciudadano, de la necesidad de vivir sin demasiadas ataduras por parte del Estado, de la importancia de la circulación de la palabra en la sociedad; por otro lado, señalando sus desconfianzas ante los apologistas del progreso, de los riesgos de vivir en un mundo controlado por la tecnología, de la importancia de la creación por encima de lo planeado y subrayando una herencia latinoamericana alejada de los frutos de la Ilustración.    

 

Zambullirse en los textos políticos de Paz representa una gran oportunidad para lograr una mejor comprensión del México contemporáneo y de los grandes debates políticos en el mundo, y para constatar las profundas reflexiones de un intelectual interesado por la complejidad de la vida del individuo. Al Paz creador de obras poéticas fundamentales se le debe también tomar en cuenta como autor de magistrales textos sobre diversos temas de importancia para la sociedad (mexicana y universal). Así, libros como El laberinto de la soledad, Postdata, El ogro filantrópico, Tiempo nublado, Pequeña crónica de grandes días e Itinerario, además de numerosas colaboraciones en revistas, devienen lecturas imprescindibles para un cabal entendimiento del universo de Octavio Paz: palabras y realidades; sueños y críticas; metáforas y reflexiones; tradiciones históricas y proyectos a futuro; sensibilidades e ideas de cambio.

 

Desde hace varios años, el académico canadiense Yvon Grenier se ha destacado como el más importante estudioso del pensamiento político de Paz. En el 2001 prologó y seleccionó los textos para Sueño en libertad: escritos políticos, primer libro que recopila la obra política del nobel mexicano. En el 2004 publicó Del arte a la política: Octavio Paz y la búsqueda de la libertad, trabajo fundamental no solo para comprender las relaciones entre el poeta y la esfera política, sino para cualquier estudioso de los nexos entre arte e ideología. También en el 2009, en colaboración con el crítico literario Maarten Van Deiden, Grenier escribió Gunshots at the Fiesta: Literature and Politics in Latin America, un apasionante recorrido entre los puentes que comunican la tradición política latinoamericana con la producción literaria de la región. 

 

Profesor de ciencia política en la St. Francis Xavier University en Nueva Escocia (Canadá), Yvon Grenier se ha consolidado como uno de los politólogos más reconocidos en el estudio de las relaciones entre el arte y la política. Hoy que se celebra el centenario de Octavio Paz no conozco un mejor interlocutor para charlar sobre el pensamiento político del gran poeta mexicano. 

 

Hay dos visiones que predominan sobre la relación de Octavio Paz con la política. Por una parte, sus seguidores lo consideran un héroe de la libertad, un instigador de la transición mexicana, casi como una estatua del intelectual democrático; por otro lado, otros sectores lo miran como un soldado del régimen priista y como un pensador conservador y autoritario. ¿Qué se puede decir al respecto?

 

Me parece en primer lugar que estos juicios son una consecuencia de la complejidad del pensamiento de Paz y de las distintas etapas políticas de su vida. Debo decir que la imagen desfavorable ha ido reduciéndose con el tiempo. Las críticas más severas hacia él se dieron sobre todo en los años setenta y ochenta. Creo que en la actualidad, en esta época de homenajes y reconocimientos al poeta, hay una aceptación general de Paz como figura intelectual incontestable. Los estereotipos se han ido diluyendo con los años. Hoy vemos que hay críticas hacia Paz, positivas y negativas, de sectores que anteriormente afirmaban lo contrario. Por ejemplo, algunos autores liberales han señalado que en el fondo no era suficientemente liberal, mientras que desde La Habana el escritor Rafael Acosta habla de Paz como un autor con verdaderas convicciones de izquierda. Estos planteamientos eran de alguna manera impensables hace algunas décadas. A pesar de esto, me parece que falta una crítica más profunda sobre su obra, más allá de sus posiciones políticas. Creo que es necesario profundizar más sobre las preguntas que durarán en el tiempo: la libertad, el sentido de la historia, el papel del artista. Este es el Paz que en mi opinión debería interesarnos más y al que hay que criticar desde su obra.

 

 

Has acuñado el término liberal-romántico para explicar el núcleo de los valores políticos de Paz. Es complejo comprender esta definición a primera vista sin caer en los terrenos de la contradicción ¿Es justamente esto lo que define mayormente el pensamiento de Paz? ¿Hay otros casos en el mundo?

 

En la historia del pensamiento han existido otros casos de pensadores híbridos dentro del liberalismo, por llamarlos de alguna manera. Sin embargo, lo diferente es que Paz era mexicano y que escribía en español, en una sociedad donde, como él lo afirmaba, no hubo un siglo xviii con pleno desarrollo de las ideas, como sí existió en Europa. Él no venía por lo tanto de una sociedad donde el romanticismo se dio como un movimiento de protesta ante la Ilustración. Por eso es rara esa combinación en Paz. Hay una tradición liberal en México y en América Latina, pero justamente por esa tradición no es tan fácil aceptar una mezcla de ideas como las que convergen en el pensamiento de Paz: hablar de cosas esencialistas –algo que suena en un primer momento muy a la izquierda–, pero que en realidad proviene de su apego al romanticismo, de sus reflexiones poéticas y no propiamente de su pensar político. Para Paz era necesario ir más allá de los clásicos debates entre izquierdas y derechas, del capitalismo y el socialismo. Decía que había que apelar más a una vena artística para comprender los eventos sociales y, por supuesto, desde su propia visión de ciudadano, sin querer disfrazarse de académico. Por eso me parece que el pensamiento de Paz es de gran interés.

 

 

Paz criticaba el materialismo y la civilización tecnológica. Me viene a la mente la famosa cita de Cioran: «El progreso es un impulso hacia lo peor». ¿De dónde provenían esos miedos?

 

Yo creo que provenían no solo del romanticismo sino de la gran influencia que tuvieron varios pensadores franceses en Paz. Hay que subrayar que muchos autores franceses de la posguerra eran muy críticos de la modernidad, aunque lo hacían desde la modernidad misma. Esto no fue nada común en el mundo anglosajón y tampoco en América Latina. Pienso en autores como Castoradis y Camus. Recordemos que Camus se oponía a celebrar la idea del progreso después de la segunda guerra mundial. También considero que autores como Nietzsche, Freud y Ortega y Gasset contribuyeron mucho en el desencantamiento de Paz con la modernidad.

 

 

A través de los años, se percibe un cambio en la visión política de Paz. Pasa de ciertas defensas socialistas y de un interés por el surrealismo a una crítica hacia la modernidad y, posteriormente, defiende el liberalismo como forma de gobierno propicia para evitar las ataduras. Al final se le vinculó con ciertas simpatías hacia el liberalismo económico. Me gustaría conocer tu opinión sobre este último punto, ya que resulta uno de los elementos más utilizados al criticar al escritor.

 

Para responder a la pregunta, me parece que hay que hacer una distinción importante sobre lo que Paz pensaba del mercado. Si uno lee por ejemplo Itinerario, que salió al final de su vida, se ve que siguió criticando aspectos del capitalismo y del materialismo. Ahora bien, lo que sí cambió fue su visión de las políticas económicas a favor del mercado ya que a partir de los años ochenta empezó a ver dichas políticas como necesarias para desmantelar lo que le parecía premoderno en México: el patrimonialismo, el partido único, el corporativismo. Por lo tanto, en lo general continuaba criticando el peso del capitalismo en la civilización. Pensemos por ejemplo en sus textos sobre el medio ambiente. Pero en lo específico consideraba, en el caso particular de México, que la alternativa a ese monstruo gigantesco como lo era el régimen priista pasaba por llevar a cabo reformas económicas de corte liberal. Eso sí, hablaba de un mercado pero acompañado de un Estado de bienestar, con regulaciones. Hace algunos años Lionel Jospin, ex primer ministro francés, comentaba estar a favor de una economía de mercado pero no a favor de una sociedad de mercado. Me parece que Paz hubiera estado de acuerdo con ello. Creo que los que critican el acercamiento de Paz con el liberalismo económico tienen razón en cierta manera, aunque hay que tratar de comprender las razones del escritor y la coyuntura específica de México en los años noventa. En ese momento él pensaba que un viraje de esa naturaleza era la única vía para que México se integrara a la modernidad, para salir de las malas prácticas.

 

 

Siempre existió una preocupación en Paz respecto a la política mexicana: sostenía que no había demócratas en México. Para él, los partidos políticos, la sociedad civil, los sindicatos, entre otros actores, deberían inscribirse en la escuela de la democracia. ¿No crees que eso refleje los problemas actuales del país a pesar de la alternancia democrática?

 

Yo creo que no hay que olvidar que en Paz siempre hubo un optimismo sobre la capacidad democrática del pueblo mexicano. Hablaba por ejemplo de desenterrar las prácticas democráticas de las comunidades indígenas. Ahí se ve una influencia del zapatismo en Paz. Para él la democracia era el resultado de una nueva sociedad que voltea hacia la historia y hacia las prácticas populares, de que el futuro político no viene de los intelectuales ni de los líderes políticos, sino del pueblo, de la sabiduría de la gente común. Hay que recordar por ejemplo que Paz fue muy entusiasta de la solidaridad con los damnificados del terremoto que destruyó gran parte de la capital mexicana en 1985. Él decía: esa es la democracia. Aunque sabemos que en el plano real eso es más complejo. Las democratizaciones vienen de pactos, de movilizaciones, de acuerdos. No es algo romántico. Eso es más complejo que la idea de Paz al respecto. Es por ello por lo que Paz no fue un pensador de la transición ni de la consolidación democrática. No tenía el sentido práctico de la política. Hay un aspecto que me gustaría subrayar en las opiniones políticas de Paz. A mi parecer se equivocó en cuanto a su visión sobre la derecha mexicana. Decía siempre que la derecha no tenía ideas sino intereses. Esto no es necesariamente cierto. Siempre han existido autores en ese polo que han manifestado públicamente ideas y propuestas. En eso Paz no mostraba interés.

 

 

En varias obras, aunque pienso sobre todo en El ogro filantrópico, Paz denuncia los mecanismos de un Estado que, por un lado, limita ciertas acciones y, por el otro, construye redes incluyendo a intelectuales. ¿Hasta qué punto Paz fue partícipe de este proceso siendo una figura cercana al caudillo cultural? ¿Perpetuó el proceso o lo combatió en el fondo?

 

Hay que tomar en cuenta que Paz vivió una vida muy larga. Se le vio como conservador, como anarquista, como gente de la izquierda o como liberal. En su biografía hay momentos de mucha sencillez pero también tuvo periodos donde se benefició de ciertas ventajas y de un acercamiento con varias figuras políticas. Estuvo dentro y fuera de las redes del Estado. Y hay que recordar que durante más de dos décadas trabajó en el servicio exterior, así que no siempre fue una persona alejada del poder. Creo que siempre se tiene la aspiración de que un intelectual mantenga el pensamiento crítico ante el poder, pero eso no quiere decir que siempre deba señalar lo malo. A veces puede aplaudir lo que considere bien hecho. En México, Paz y otros autores formaron parte del Estado y trabajaron para él, en esa vocación de servicio público y de aportar algo desde el propio Estado. Esto puede sonar antiguo, pero hay que comprender que en otros tiempos no era algo visto como anormal.

 

 

Fuera de México, se conoce más al Paz poeta que al Paz pensador político. ¿Crees que las lecciones y las reflexiones de Paz en ese campo son exportables para otros países o se insertan únicamente en el contexto mexicano?

 

Algunos textos son muy específicos sobre México, así que resulta complicado comprenderlos en otro contexto. Pero también hay muchos escritos de Paz sobre temas universales: el valor de la libertad, la modernidad, el papel del arte y del intelectual. También publicó textos sobre problemáticas políticas específicas de otros países, por ejemplo sobre Cuba, la Unión Soviética, Sudamérica, sus críticas al imperialismo norteamericano. Y pasar por Paz siempre es importante para algún extranjero que se interese por México. Paz brinda una visión que toca muchos temas, que permite una mirada muy enriquecedora sobre ese país.

 

 

¿Hacen falta todavía intelectuales «à l’ancienne» en América Latina –como Paz o Rodolfo Walsh-, o los avances en lo político experimentados en la región hacen que los intelectuales puedan volver a consagrarse a sus actividades creativas?

 

Obviamente que la situación ha cambiado en la región. Suenan ya un poco lejanas opiniones como las de Carlos Fuentes, por aquello de ver a los intelectuales como la conciencia crítica de la sociedad, como la voz de los que no tienen voz. Ya no se piensa en una vanguardia intelectual que piense por el pueblo. Ahora bien, me parece que los intelectuales sí tienen un papel importante que cumplir en la actualidad. Hacen falta figuras que sean más generalistas, que puedan ligar varias esferas en el debate público. Vivimos en una época de fragmentación, de especialización. Pensemos por ejemplo en la gente que participa en los medios de comunicación. Hace falta una perspectiva que pueda mostrar la política desde un ángulo cultural y también que se pueda ver a la cultura desde un ángulo político. Fomentar entonces una discusión más amplia y menos especializada. Integrar distintas dimensiones en el debate: cultura, lenguaje, política, historia. Esa es a mi parecer la tarea que deben llevar a cabo los intelectuales en la actualidad.

 

 

Paz fue un crítico –la crítica: el ácido que disuelve las imágenes, según sus palabras– y también fue un polemista, algo poco común en América Latina. ¿Qué tradición nutrió a Paz para desempeñar ambas tareas?

 

En la obra de Paz es posible constatar la influencia de los autores anglosajones y también de los franceses. Sin embargo, en su faceta como crítico y polemista la influencia viene de Francia. No hay que olvidar la importancia en ese país de la figura del intelectual comprometido y participante en el debate público. Hay una característica muy especial entre los autores franceses a través del tiempo: su gusto por el debate y la polémica, aunque en el fondo sean muy respetuosos de las instituciones. Eso es muy similar a lo que hacía Paz. También me parece importante señalar que ha existido un cambio en las últimas décadas sobre la influencia de Francia en América Latina. Anteriormente la mayoría de los intelectuales latinoamericanos iban a estudiar a Francia o tuvieron como profesores a personas formadas en dicho país. Actualmente la influencia proviene más de las universidades norteamericanas. 

 

Hablemos del lenguaje. En tu prólogo mencionas que Paz contribuyó en la política no solo como un crítico de eventos políticos específicos sino también como crítico de la corrupción del lenguaje. ¿Qué quieres decir con ello?

 

En muchos pasajes de su obra, Paz habla del lenguaje como el campo de la experiencia humana. Para él, la crítica de una civilización, de un grupo específico, debía pasar primero por una crítica del lenguaje, ya que este hace que nos relacionemos con los demás, en donde se define el sentido de las palabras. Por eso en su obra hay una crítica de cómo ciertos individuos utilizan el lenguaje. Por ejemplo, hace unas décadas tuvo una discusión con la escritora Elena Poniatowska. Ella lo definió como un escritor anticomunista y Paz dijo que no era así, que estaba en contra de la burocratización, de Stalin, algo distinto de estar en contra del comunismo en sí. Podemos ver que en sus escritos políticos habla del lenguaje como instrumento de acercamiento con la realidad, contrariamente a lo que haría un periodista: buscar los hechos. Paz no es que se opusiera a esto. Para él, el papel del poeta es la crítica del lenguaje, con el fin de aportar visiones originales sobre la cultura y la política. Hay que empezar con la manera de decir las cosas. Hacer un buen uso del lenguaje era para Paz un hecho político. Todo a través del lenguaje. Incluso si no hay tema político en el poema o en la discusión. Eso es difícil de entender al analizar a Paz, pero esa crítica radical está muy presente en su obra.

 

 

¿Qué nos dices de la presencia de la política en la poesía de Paz?

 

Me parece que hay que distinguir lo específico de lo profundo en la obra poética de Paz en cuanto a política se refiere. Existe un contenido poético explícito sobre todo en algunos de sus primeros poemas. Pienso por supuesto en «No pasarán» y en otros poemas más que lo vinculan en cierta forma al realismo socialista. La segunda dimensión que menciono es más profunda. Paz pensaba que la poesía siempre es radical, visionaria, proveniente del surrealismo, por supuesto, y de toda la concepción vanguardista. No tiene que ser explícita para ser política. Es política porque critica los valores dominantes, las instituciones poderosas. Dice por ejemplo que algunos poetas, pese a ser conservadores, eran revolucionarios por sus obras poéticas. Paz parte de la idea de que la poesía no está instrumentalizada por la política, sino que la poesía es una cosa más importante, más fundamental que la política. Se come a la política y no al revés.

 

 

Llama la atención el peso que Paz atribuía al arte como escuela de la libertad. ¿De ahí viene su acercamiento con el liberalismo? Me refiero a que para él el liberalismo es el único sistema que garantiza esta libertad, algo que me parece muy ligado a los dos conceptos de libertad defendidos por Isaiah Berlin.

 

Y en esto no hay que olvidar que también Berlin fue un romántico. Recordemos que dudaba sobre la universalidad de algunos valores occidentales, en un cierto relativismo cultural. Yo creo que en este sentido Paz estaba más preocupado por considerar a la poesía como una libertad positiva, mientras que todo lo relacionado con las condiciones para una libertad negativa, de acuerdo a las concepciones de Berlin, no le interesaban tanto en el fondo. Nunca le interesó discutir con profundidad, a diferencia de autores como Vargas Llosa, sobre lo que los estadounidenses llaman policy: las reformas específicas, los temas puntuales. Paz estaba más interesado en los debates filosóficos de la política, en las discusiones morales, a mi parecer.  

 

Paz parece a veces rememorar a los griegos, pidiendo un espacio de importancia para la poesía –o digamos que para las artes en general– ya que esta sirve según él para descifrar aspectos de la vida que la política no puede hacer. ¿No crees que puede ser una postura algo elitista o hay que interpretarlo más como una invitación a desarrollar la sensibilidad artística y a reivindicar un respeto por la palabra?

 

Creo que hay elementos de ambas cosas. Para empezar, hay que tomar en cuenta que la poesía siempre fue algo de interés para capas medias y altas. Hasta la fecha no se compra ni se vende poesía al por mayor. En este punto Paz estaba consciente de que las discusiones sobre la poesía no eran para las mayorías, a pesar de sus apariciones en la televisión mexicana y de su extensa obra poética. Sin embargo, hablaba de la poesía como algo que ha existido siempre, antes de la escritura misma, desde el origen del hombre. Para él la poesía no solo estaba presente en los libros sino en las leyendas, en las canciones, en la imaginación, en los sueños, en la forma de hablar.

 

Por último, en Paz se identifica una forma de pensar donde se conjugan muchos aspectos: el arte, la política, la tradición cultural y, sobre todo, la historia. Al leer a Paz se tiene la impresión de que para él todo está conectado, como si se tratase de una sola esfera. En este sentido, ¿crees que Paz pudo haber hecho una contribución a las ciencias sociales? Lo digo por la tiranía del dato en el estudio actual de la sociedad y la tendencia, por decirlo metafóricamente, de analizar la fotografía y no la película completa.  

 

Sí, por supuesto. En Paz se encuentran muchas dimensiones, muchas actividades para tomarse en cuenta. Creo que fundamentalmente su obra puede aportar mucho en cuanto a los estudios actuales sobre la cultura. Pensemos en los cultural studies norteamericanos. Vemos que la gente en ese campo carece en ocasiones de un conocimiento general del medio cultural. También parten, en mi opinión, de ideas preconcebidas para pasar a un ejercicio deductivo. Esto no creo que lleve a nada interesante, ya que se evita la crítica a fondo. Contrariamente, en Paz predomina la necesidad de no descartar variables, de poner en entredicho valores dominantes, de tomar en cuenta la riqueza de otros campos, de dejar abierta la posibilidad de equivocarse, de no aceptar algo a priori. Todo esto es un camino que Paz nos mostró a lo largo de su vida intelectual y que vale la pena tomar en cuenta.

 

 

JaimePorras Ferreyra(Oaxaca, México, 1977) es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Montreal. Trabaja en temas vinculados con la internacionalización de la educación. Es colaborador de programas de radio y autor de crónicas y reportajes. Ha publicado textos en México, Canadá, Inglaterra, España, Venezuela, Costa Rica, Perú y República Dominicana. Está radicado actualmente en Montreal.     

 

 
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