space

Latinoamérica después de Chávez: legado y perspectivas

 

Por Emelio Betances


--------

 

Hugo Chávez y el contexto histórico y político venezolano

 

Desde principios del decenio de los ochenta, Hugo Chávez estuvo involucrado en el desarrollo de un movimiento militar importante que a la postre participó en un golpe de Estado contra el régimen encabezado por Carlos Andrés Pérez (1989- 1993). Chávez era coronel de las fuerzas armadas venezolanas y observaba con inquietud cómo los gobiernos de su país pasaron de la industrialización sustitutiva de importación –un modelo en el que el Estado tiene un papel central en el desarrollo económico– a un sistema económico de libre mercado, en el que se reducía el papel del Estado, creando un espacio donde los intereses económicos privados se convertían en el eje central de las acciones del Gobierno. Desde 1930, la política económica de Venezuela usó el petróleo para promover el progreso económico y social del país, y estos esfuerzos alcanzaron logros importantes, incluyendo el desarrollo de empresas en las áreas de petróleo, electricidad, comunicaciones, transporte, minería de hierro, así como un sólido sistema educativo y de salud. Cabe destacar que Venezuela fue capaz de alcanzar estos logros gracias a su condición de petro-Estado. En la actualidad, ese país tiene una de las mayores reservas de petróleo del mundo y el petróleo representa alrededor del 80% de las exportaciones totales y el 30% del producto interno bruto (pib). El petróleo representa el 90% de los ingresos del Gobierno, lo que hace al país vulnerable a los cambios en los mercados petroleros internacionales (Comisión Europea, 2007-2013).

 

Entre 1958 yprincipios de 1980, Venezuela había alcanzado logros políticos significativos al desarrollar una «democracia pactada» que evitaba la participación de corrientes políticas extremas, como aquellas de los partidos comunistas y socialistas. Sin embargo, en la década de 1980, el Gobierno de Venezuela, mientras que alternaba entre los dos principales partidos políticos de la época, Acción Democrática y la Democracia Cristiana, comenzó a cambiar su enfoque de desarrollo nacional, aplicando políticas que llevaban a un sistema económico liberal y abierto que promovía políticas de libre mercado. Una «gran transformación» de la economía y la sociedad estaba en camino y los políticos no parecieron darse cuenta de que sus políticas económicas estaban dejando a un gran segmento de la población en la pobreza. Sin embargo, el aumento de la pobreza aún no se había traducido en la insatisfacción política en las urnas. Esto permitió que el candidato neoliberal Carlos Andrés Pérez ganara las elecciones presidenciales de 1989 con una cómoda ventaja.

 

CarlosAndrés Pérez consideró que los resultados electorales fueron un mandato para cambiar el curso de la historia de Venezuela mediante la aplicación de lo que llamó «el gran viraje», un programa que pretendió privatizar todas las participaciones estatales en las industrias de la electricidad y el acero, eliminar el sistema de seguridad social y la abolición de las leyes laborales promulgadas en 1936. Irónicamente, Carlos Andrés Pérez fue uno de los arquitectos originales de la industrialización por importación sustitutiva. De hecho, la promoción de estas políticas fue lo que aseguró su victoria electoral, pero una vez en el cargo, cambió la marcha hacia políticas más neoliberales,  como era la tendencia entonces en el resto de Latinoamérica. Por encima de todo, los electores latinoamericanos elegían presidentes que prometieran prosperidad y la defensa de los intereses nacionales. En este sentido, Carlos Andrés Pérez siguió tras las huellas de un patrón electoral latinoamericano, donde los presidentes, ya electos,cambiaban sus programas de campaña (O’Donnell, 1994: 59-60).

 

Los venezolanos acabaron rompiendo con el patrón de elegir presidentes que no cumplieran con sus promesas. El 27 de febrero de 1989, comenzaron una protesta de dos días, que incluyó saqueos masivos de supermercados, seguidos de varios días de represión violenta por parte de las fuerzas militares y de la policía nacional. El Gobierno envió tropas a los barrios, dando lugar a enfrentamientos entre las fuerzas armadas y los manifestantes, y posteriormente, al asesinato de cientos, tal vez miles, de personas. En Venezuela, los medios de comunicación llamaron a estos disturbios El Caracazo, pero los disturbios no se limitaron a Caracas, fue un fenómeno nacional. El Gobierno no pudo contener las protestas mediante el uso de arreglos clientelistas, como lo había hecho en el pasado. Los disturbios colocaron en tela de juicio la legitimidad de un gobierno que había prometido prosperidad, pero en realidad creó políticas económicas que empobrecieron a la gran mayoría de la población. Posteriormente, el 18 de mayo se produjo una huelga de un día que presionó al Gobierno a reconsiderar su política económica. Este malestar social continuó durante los próximos años, lo que llevó a un fallido golpe de Estado liderado por Chávez en febrero de 1992 (López Maya, 2006: 61-84; Ellner, 2008: 90-91). Chávez reconoció que el golpe había fracasado y pidió a sus captores que le permitieran aparecer en televisión para pedir a sus seguidores, dentro del ejército, deponer las armas. Chávez dijo a los televidentes: «Hemos fracasado, por ahora», lo cual significaba que retornaría pronto. 

 

Dela cárcel a la presidencia

 

El reconocimiento del fracaso de Chávez era algo inaudito en Venezuela o en cualquier otro lugar de América Latina. Los políticos latinoamericanos nunca admiten sus errores y esto hizo que Chávez se destacara. El Gobierno lo encarceló, pero en 1994 el presidente Rafael Caldera lo liberó con el argumento de que, aunque los métodos utilizados no lo fueron, las causas de la rebelión de Chávez eran justas.Curiosamente, una vez que el Gobierno lo dejó en libertad, lo primero que hizo fue visitar a Fidel Castro en Cuba, con quien inició una relación política que duraría hasta su muerte. Al visitar a Castro, un líder cuyo país estaba en la mayor crisis económica de la historia –la Unión Soviética y el bloque socialista del Este se habían derrumbado y Cuba había perdido más del 80% de su comercio internacional – enviaba un mensaje acerca de su posición política. Chávez estaba interesado en el lanzamiento de un proyecto político que cambiara el patrón de la política venezolana, para volver a un modelo de desarrollo nacional que buscaba resolver los problemas estructurales que mantenían a la mayoría de la población en la pobreza.

 

La victoria electoral de Chávez en diciembre de 1998 fue en gran parte el resultado de un rechazo a los políticos tradicionales. Él se benefició de ser un extraño, un cruzado contra la corrupción, y esto atraía a la clase media. De hecho, una gran parte de su apoyo provenía de la clase media, que estaba cansada de la política corrupta de los principales partidos políticos. Los partidos tradicionales, Acción Democrática y la Democracia Cristiana, ya en una profunda crisis interna, no podían presentar candidatos creíbles y tuvieron que buscar candidatos fuera de la elite política tradicional. El Movimiento Quinta República de Chávez presentó nuevas caras y un nuevo proyecto cuyo carácter todavía no era claro, pero prometió algo diferente que el estatu quo. Todavía no parecía comprometido con los cambios socioeconómicos generales, pero se comprometió a iniciar un proyecto para limpiar a Venezuela de la corrupción política. Una vez en el poder, Chávez propuso reformar la Constitución de la República, llamó a una Asamblea Nacional para introducir estos cambios, y, en consecuencia, cada funcionario electo tendría que presentarse a elecciones dentro de un año. El Gobierno organizó un referéndum y los votantes aprobaron la nueva Constitución, que transformó el Congreso de una institución de dos cámaras en una Asamblea Nacional, aumentó el poder del Ejecutivo, pero introdujo la figura del referéndum revocatorio en la Constitución, algo completamente nuevo en la política latinoamericana. Chávez y los candidatos presentados por el Movimiento Quinta República ganaron las elecciones por una amplia mayoría.

 

Chávez utilizó un lenguaje diferente en comparación con los demás políticos venezolanos. Él reanimó el nacionalismo venezolano, que había estado adormilado durante años y comenzó a mostrar la figura de Simón Bolívar, héroe de la independencia nacional, como su mentor. Posteriormente, también aleccionaría al pueblo sobre los combatientes venezolanos olvidados tras la independencia nacional. Más importante aún, comenzó a desarrollar una nueva narrativa de la historia de Venezuela que reexaminó temas nacionales completamente olvidados en los libros de texto. Comenzó un programa de radio que llamó «Aló Presidente», donde respondía personalmente a las preguntas de los oyentes. Finalmente, llevó este programa a la televisión nacional, convirtiéndose en una personalidad televisiva que analizaba todo tipo de problemas. Y lo que es más importante, utilizó este programa para promover su agenda política y atacar a sus enemigos políticos, es decir, la oligarquía venezolana y los Estados Unidos.

 

Debido a la retórica revolucionaria de Chávez y sus desafíos a los grupos dominantes, comenzó a perder el apoyo de los niveles superiores de la clase media. Mientras tanto, la oposición se aprovechó de la situación política polarizada y lo acusó de convertirse en un populista, pasando pronto de la retórica a la acción. En 2002, la élite empresarial se unió con la aristocracia obrera y una gran parte de los militares, y trató de derrocarlo. Los partidarios de Chávez salieron por millares a las calles y rodearon el Palacio Nacional de Miraflores pidiendo la liberación del Presidente. Esta presión, la falta de apoyo regional a los golpistas y la renuencia de los militares a establecer una dictadura llevaron al fracaso del golpe de Estado y al regreso triunfal de Chávez al poder. El fallido golpe trazó la línea entre los que apoyaban a Chávez –los oprimidos– y los que se oponían a él –sectores de la clase media, media alta, y la oligarquía venezolana–. Chávez utilizó esta situación política polarizada para construir su base electoral. Politizó la pobreza, diciendo a los oprimidos que eran pobres debido a que  la oligarquía se había beneficiado de la riqueza petrolera.

 

Ingredientes clave del legado de Chávez

 

Hay por lomenos cinco ingredientes básicos en el legado dejado por Hugo Chávez. Estos incluyen la democracia radical, las expropiaciones económicas, la construcción de los derechos sociales, el establecimiento de vínculos de solidaridad con otras naciones de América Latina y la estructuración de un frente antiimperialista liderado por Venezuela. En el frente político Chávez desafió con éxito la democracia liberal que hace hincapié en el contrapeso del Congreso y el Poder Judicial en relación con el Ejecutivo. En teoría, este tipo de régimen se opone a la excesiva concentración de poder en la rama ejecutiva. Chávez propuso la democracia radical o participativa que subraya el gobierno de la mayoría y la participación política directa.

Mientras Venezuela obtiene puntuaciones bajas en democracia liberal, puntúa muy alto en democracia radical. Un ingrediente clave de la democracia radical es la movilización de masas a través de la cual la gente adquiere un sentido de potenciación y su incorporación en el proceso político. La democracia radical supone la participación en numerosas contiendas electorales y Chávez tuvo mucho éxito en ganar las elecciones tanto a nivel nacional y local para garantizar que su movimiento político tuviese una gran mayoría en la Asamblea Nacional. Chávez fundó el Partido Socialista Unificado de Venezuela (psuv) en 2006 para reemplazar el Movimiento Quinta República y garantizar los vínculos entre la alta dirección nacional y el pueblo. Para el año 2007, 5.7 millones de chavistas se habían inscrito en el partido, representando el 75% de los que votaron por Chávez en las elecciones presidenciales de ese año (Ellner, 2010: 79-84). Si bien es cierto que el psuv ha influido con éxito en las actitudes generales de los venezolanos hacia la democracia, la movilización y el poder popular no han sido tan exitosos a corto plazo, sobre todo cuando miembros de las organizaciones populares las abandonan para participar en los programas patrocinados por el Gobierno. En cualquier caso, algunos analistas dudan si la aplicación de la democracia radical o participativa ha sido uno de los mayores legados de Hugo Chávez. En nuestro caso, pensamos que sí lo ha sido, porque se han creado dos nuevos poderes independientes, en adición a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Estos nuevos poderes son el Poder Moral y el Consejo Nacional Electoral. El Poder Moral está constituido por el Procurador General de la República, el Contralor General y el Defensor del Pueblo (Wilpert, 2013: 197). El hecho de que estos poderes sean independientes fortalece el contrapeso de los poderes del Estado. No cabe duda, pues, que esta es una reforma transformadora que fortalece a la democracia participativa que preconiza la Revolución Bolivariana.

 

Etapas de la RevoluciónBolivariana

 

El legado de Chávez en el ámbito del desarrollo económico comenzó lentamente. Notemos brevemente las principales etapas en el desarrollo de la Revolución Bolivariana de Chávez para lograr una mejor comprensión de sus políticas en este frente. Según Steve Ellner (2013: 64), los primeros años de Chávez en el poder, desde 1999 hasta 2000, considerados como la primera etapa, se caracterizaron por políticas económicas moderadas. A partir de 2001-2004, su segunda etapa, apareció el cuerpo principal de la legislación antineoliberal. Esto dio al Gobierno un mayor control de la industria petrolera, que había estado en manos de compañías extranjeras, y promovió reformas en los sectores de la pesca y de la tenencia de la tierra. A partir de 2005-2006, su tercera etapa, se comienza a ver la silueta de un nuevo modelo económico basado en la redefinición de la propiedad privada y de un discurso emergente sobre el socialismo. Después de su reelección en 2006, Chávez interpretó los resultados de estas elecciones victoriosas como un mandato para el cambio. Por lo tanto, el período 2007-2008, la cuarta etapa, marcó la nacionalización de las industrias básicas. Las nacionalizaciones se profundizaron aún más en 2009-2011, su quinta etapa, cuando el Gobierno expropió las grandes empresas para competir con el sector privado. En estas cinco etapas, se nota un crecimiento marcado por los enfrentamientos políticos con la oligarquía., que definen el movimiento de una etapa a otra en lugar de un programa económico claramente preconcebido. La cuarta y quinta etapas sellaron el legado de Chávez en la economía, ya que fue durante estos períodos que se creó «la economía mixta basada en el control estatal de la industria básica, como el acero, la electricidad y las comunicaciones, y la competencia del Estado con el sector privado en otras áreas clave, particularmente de procesamiento y distribución de alimentos y la banca» (Ellner, 2013: 66). 

 

Sin embargo, es legítimo preguntarse si estas reformas son realmente transformadoras. No cabe duda de que han ayudado de una manera significativa a que el Estado tenga mayor control sobre los recursos nacionales, permitiendo grandes inversiones en programas sociales en el área de la educación, en la salud, los mercados populares, las cooperativas y los consejos comunales. Aunque en su trazado fundamental no se ha transformado el sistema capitalista, ya que las grandes empresas del Estado siguen operando como empresas capitalistas y solo una pequeña fracción de las empresas nacionalizadas tiene co-gestión obrera, y estas son empresas relativamente pequeñas. Asimismo, la emergente propiedad social está apenas en ciernes. De ahí que tengamos que concluir que en la esfera económica la Revolución Bolivariana desarrolla un capitalismo de Estado, puesto que en este momento quizás no se pueda hacer más que eso. No obstante, el nuevo régimen creado por la Revolución Bolivariana es diferente de aquel creado por los populismos latinoamericanos al estilo de Juan Perón en Argentina, Lazaro Cárdenas en México y Getulio Vargas en Brasil; esta vez se propone una participación amplia de los sectores populares y se les convoca para que participen en la consolidación de la Revolución Bolivariana y la hagan suya. En ese sentido, el legado de Chávez se distingue del populismo tradicional que siempre mantuvo a los sectores populares apartados del poder del Estado.

 

En el plano social, el Gobierno estableció un estricto control sobre la recaudación de impuestos, priorizó el gasto social, y cesó de nombrar representantes de las empresas en las posiciones clave del Gobierno. Esta fue una clara desviación de la tradición política de Venezuela, donde el empresariado tenía la sartén por el mango en las decisiones públicas que afectaban sus intereses. Los resultados sociales de la Revolución Bolivariana son realmente impresionantes: el coeficiente Gini ha pasado de 0.485 a 0.39; la tasa de pobreza se ha disminuido de 50.5 a 23.8%; la mortalidad infantil ha bajado de 21.4 a 12.9 de cada mil nacimientos; el índice de desarrollo humano, luego de un período de estancamiento, aumentó de 0.77 a 0.84. Esto ha llevado a que el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas considere a Venezuela como un país de «alto desarrollo» (Wilpert, 2013: 203). Estos cambios han sido el resultado de la aplicación de programas sociales gubernamentales destinados a atender y priorizar las necesidades de los sectores más pobres de la población. Entre otros, incluyen misiones educativas que consisten en clases de alfabetización y programas en los niveles universitario (Misión Sucre) y secundario (Misión Ribas). El Gobierno de Venezuela contrató a maestros cubanos para apoyar estas dos misiones. Estos programas de intercambio también incluyeron personal médico cubano, que en 2013 había aumentado a 30,000.  También apoyó un programa para llevar de forma gratuita a Cuba a personas necesitadas de operaciones de la vista (Brouwer, 2011: 73-129). Entre estos programas también debemos destacar los mercados populares, que ayudan a abaratar los productos de consumo básico, y el impulso dado a las cooperativas, que en 2008 sumaban unas 100,000.

El Gobierno venezolano fue capaz de pagar por estos programas gracias al aumento de los precios del petróleo durante la primera década del gobierno de Chávez. Por último, vale la pena señalar que Chávez trató de hacer que el financiamiento para estos programas fuese permanente, ordenando en el referéndum de 2007,  destinar de forma obligatoria el cinco  por ciento del presupuesto del gobierno ordinario a los consejos comunitarios. Sin embargo, los votantes rechazaron esta medida en el referéndum nacional de 2007. En 2009, el Gobierno promulgó la Ley Orgánica de los Consejos Comunitarios, que regula su funcionamiento y los convirtió en una característica permanente de la sociedad venezolana. Las misiones y los consejos comunales son factores clave en el desarrollo de la ciudadanía social. Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez, se ha comprometido a mantener y profundizar la ciudadanía social. Estos programas son la insignia clave de la Revolución Bolivariana, pero tienen una gran limitación: todos son el resultado de decretos-ley; ninguno está amparado en una legislación aprobada en el Parlamento. De manera que si hubiera un cambio de régimen o si el régimen cambiara de política podría haber una reversión de estos programas (Wilpert, 2013: 203). Ahí, pues, está una gran debilidad de los programas sociales de la Revolución Bolivariana.

 

En el plano regional, el Gobierno venezolano comenzó una serie de programas de fortalecimiento de sus vínculos con otras naciones de América Latina. En primer lugar,  estableció Petrocaribe (filial de pdvsa –Petróleo de Venezuela, S. A.–), que ofrece precios reducidos a los países del Caribe. Asimismo, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (alba). Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua se unieron rápidamente a esta alianza. Posteriormente, otros  países del Caribe también se unirían. Como parte de este esfuerzo, Chávez propuso la creación de un banco de desarrollo que sirviera a la región y la creación de una moneda regional, llamada sucre. No pudo ver estos dos programas llegar a buen puerto, pero se mantienen como retos para sus sucesores. Sin embargo, sí pudo asistir al desarrollo de TeleSur I (televisión meridional), un canal de cable que busca ofrecer una fuente alternativa de noticias en la región. En conclusión, estos programas sugieren que Chávez entendió que la Revolución Bolivariana no tendría éxito en el aislamiento y que era necesario asegurar el apoyo de los demás países de América Latina.

 

Chávez diseñó sus políticas antiimperialistas con el fin de enfrentar el poder hegemónico de los Estados Unidos. Buscó apoyos entre los enemigos tradicionales de Estados Unidos en América Latina y en otras partes del mundo. En primer lugar, Cuba, isla con la que creó fuertes lazos. En segundo lugar, se dedicó a establecer relaciones comerciales con los adversarios de Estados Unidos en el Medio Oriente, África del Norte y Asia, con independencia de su ideología. Sus críticos en el Medio Oriente encuentran difícil de entender por qué Chávez sealió con los líderes iraníes, chinos, libios y de otros países, cuya ideología era muy diferente de la suya. Era un líder mundial que necesitaba aliados para contrarrestar la influencia hegemónica de Estados Unidos en todo el mundo, no solo en América Latina. En este frente, dejó un impresionante legado de lucha que será difícil de igualar por su sucesor, Nicolás Maduro.

 

¿Qué sigue para la izquierda en Venezuela y América Latina?

 

La pregunta que todos se plantean es si Nicolás Maduro será capaz de remplazar a Chávez. Los venezolanos eligieron a Maduro confiando en que seguiría las huellas de Hugo Chávez y continuaría su legado. Sin embargo, no debemos olvidar que Chávez era un líder carismático y, como Max Weber demostró, el carisma no es transferible de un líder a otro. Al principio, Maduro demostró que no parecía estar a la altura de la sustitución de Chávez y la forma en que manejó el conflicto poselectoral dejó muchas dudas. Los resultados preliminares mostraron que Maduro había ganado las elecciones con menos de un 2% de los votos. La oposición pidió un nuevo recuento, algo que no es posible técnicamente en el sistema electoral automatizado venezolano. De entrada, Maduro dijo que podía producirse un recuento, pero más tarde, tras la recomendación de sus asesores, cambió de opinión, lo que llevó a la oposición política a afirmar que hubo fraude electoral. Poco después de las elecciones y en medio de la crisis, el Tribunal Electoral Nacional emitió un informe en el que manifestó que Maduro había ganado las elecciones y podría tomar posesión de su cargo como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Con el apoyo de los medios de comunicación nacionales e internacionales, el candidato de la oposición, Henrique Capriles, emprendió una campaña nacional e internacional para denunciar el fraude en las elecciones venezolanas. Consiguió el apoyo de los Estados Unidos y varios gobiernos latinoamericanos conservadores, pero su campaña perdió fuerza y Maduro ha obtenido el reconocimiento y la legitimidad regional e internacional.

 

La pregunta que queda es ¿Hacia dónde vamos ahora? Venezuela tiene muchos problemas económicos que enfrentar, en parte debido al gran gasto para sostener las tantas campañas electorales que requiere una democracia radical. Aunque los economistas neoliberales y los llamados expertos de CNN siguen exigiendo que Maduro cambie su política económica, él no parece cejar. En octubre pasado utilizó 4,600 millones de dólares de las reservas nacionales para comprar alimentos y luchar contra la escasez artificial creada por los grandes comerciantes nacionales. Hasta ahora, ha sido capaz de controlar el daño causado por los distribuidores locales y ha advertido a esos empresarios que nacionalizará  sus empresas si continúan con la desinformación. Sin embargo, el hecho de que Maduro ganó por un pequeño margen (obtuvo el 50.6% de los votos frente a 49% de su principal rival, Henrique Capriles)  seguramente limita su campaña para radicalizar el proceso revolucionario. Esta situación se encuentra en las antípodas de la que Chávez tenía cuando empezó el proceso de nacionalización de empresas privadas. Por lo tanto, Maduro tendrá que proceder lentamente y con cautela.

Puede que sea demasiadopronto para decir hacia dónde va la Revolución Bolivariana bajo Maduro, pero se puede decir con seguridad que eso dependerá de cómo arregle las diferencias dentro del movimiento chavista. Hay dos frentes principales dentro del chavismo: los de línea blanda y de línea dura. Todos ellos apoyan la Revolución Bolivariana, pero han diferido sobre la velocidad a la que el proyecto revolucionario puede continuar. Chávez fue capaz de manejar las diferencias en el movimiento porque equilibró cuidadosamente ambas facciones. El propio Chávez escogió a Maduro, miembro de larga data de la facción blanda, antes de partir hacia Cuba para su operación final. Hizo un llamado al pueblo a «votar por Maduro», si tuviera que renunciar a la presidencia.

 

Un análisis cuidadoso dela carrera política de Maduro revela que él es sobre todas las cosas un político pragmático. Es cierto que tiene una historia de radicalismo dentro del movimiento obrero y, desde la época en que era un conductor de autobús, participó como líder del movimiento sindical. Siempre cerca de Chávez –hasta fue su guardaespaldas–, Maduro ascendió progresivamente dentro de las filas del movimiento chavista y se convirtió en uno de los fundadores más importantes del psuv. También fue ministro de Relaciones Exteriores de 2006 a 2012, y como tal, promovió la unidad latinoamericana, que culminó en la Conferencia de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños (celac) en Caracas en diciembre de 2011. Maduro ha buscado fortalecer los lazos con Brasil y Argentina, e incluso trató de incluir a Colombia y Chile en sus esfuerzos por la unidad, países dirigidos por gobiernos de derecha (Ellner, 2013: 47-49).

 

Pase lo que paseen Venezuela, sin duda tendrá un impacto en los países que forman parte de la Alianza Bolivariana (alba). Por ejemplo, Bolivia y Ecuador, beneficiarios de la solidaridad venezolana y los dos gobiernos más radicales de América del Sur, se verían afectados si Venezuela fuera a cambiar de rumbo. Del mismo modo, los países del Caribe que reciben grandes cargamentos de petróleo probablemente verán sus descuentos interrumpidos, lo que tendrá un claro impacto en la economía de esos países. Sin embargo, nada de esto ha ocurrido y Maduro no ha dado señales de que planee hacerlo.

 

No obstante, los gobiernos radicales en el poder en América Latina ya se enfrentan a nuevos retos. El verano pasado, Chile, Perú, Colombia y México formaron la llamada Alianza del Pacífico para impulsar el comercio libre, y enseguida los países de Centroamérica, excepto Nicaragua, quisieron ser incluidos. Incluso Uruguay, un país situado en el Atlántico y dirigido por José Mujica, un exguerrillero y exradical, expresó su interés en formar parte de la Alianza del Pacífico. También vale la pena señalar que la Alianza del Pacífico es parte de un proyecto de EE. UU. para crear alianzas que buscan tender un cerco en torno a China. Estados Unidos está muy consciente de que China es un rival importante y se está preparando para lo que pudiera suceder. En este sentido, Estados Unidos ha promovido la creación de una alianza similar en Asia sudoriental.

 

Por último, el surgimiento de China en la región y su participación en las actividades extractivas es bastante significativo. China está en busca de recursos naturales en todo el mundo y ha establecido un pie en la región. Curiosamente, Bolivia y Ecuador, dos países con gobiernos radicales, han aceptado la asistencia económica de China a cambio de inversiones en las industrias extractivas. Este también ha sido el caso de Venezuela. Sin embargo, aún no está claro cómo la influencia económica de China se traducirá en la política. Por el momento, Estados Unidos todavía tiene el mando económico y político supremo en la región, y los chinos no han dado ningún indicio de que están interesados ​​en desafiar la hegemonía histórica norteamericana.

 

Emelio Betances es catedrático de Sociología y Estudios Latinoamericanos en Gettysburg College. Ha publicado el libro State and Society in the Dominican Republic (1995) y The Catholic Church and Power Politics in Latin America: The Dominican Case in Comparative Perspective (2007).  Este último fue traducido y editado por Funglode en el año 2009 con el título La Iglesia católica y la política de poder en América Latina: el caso dominicano en perspectiva comparada.

 

Bibliografía

Borrower, Steve (2011): Revolutionary Doctors. How Venezuela and Cuba are Changing the World’s Conception of Health Care. New York: Monthly Review Press.

Ellner, Steve (2013): «Just How Radical is President Nicolás Maduro», NACLA Report on the Americas, verano.

– (2013): «Social and Political Diversity and the Democratic Road to Change in Venezuela», Latin American Perspectives, 190, vol. 40, 3, mayo.

– (2010): «Hugo Chávez’s First Decade in Office. Breakthroughs and Shortcomings», Latin American Perspectives, 170, vol. 137, 1, enero de 2010.

– (2008): Rethinking Venezuelan Politics. Class, Conflict, and the Chávez Phenomenon. Boulder and London: Lynne Rienner Publisher.

European Commission (2013): «Venezuela - Country Strategy Paper. 11.04.2007» (E/2007/622).

López Maya, Margarita (2006): Del viernes negro al referendo revocatorio. Caracas:  Grupo Alfa.

O’donnell, Guillermo (1994): «Delegative Democracy», Journal of Democracy 5 (enero).

Wilper, Gregory (2013): «Venezuela: An Electoral Road to Twenty-First-Century Socialism?» en The New Latin American Left: Cracks in the Empire, compilado por Jeffrey R. Webber y Barry Carr. Lanham, Maryland: Rowman and Littlefield.

 
Global No. 62
Global No. 61
Global No. 60
Global No. 59
Global No. 58
Global No. 57
Global No. 56
Global No. 55
Global No. 54
Global No. 53
Edición No. 52
Edición No. 51