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Obama, Cuba y la apertura irregular

por Víctor Hugo Pérez Gallo


Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en los últimos cincuenta años han sido desfavorables: continuas agresiones, desencuentros y diferencias políticas. Aunque parecía un abismo insalvable, el 17 de diciembre de 2014 comenzó un proceso de acercamiento entre la potencia norteña y el Gobierno cubano. Ya este proceso ha dado lugar a que la Sección de Intereses de Cuba en Washington pueda acceder a una cuenta propia en un banco norteamericano, y a las conversaciones para sacar a Cuba de la lista de países terroristas. Más allá estarán las aspiraciones y expectativas del pueblo cubano al respecto, y la esperanza de que mejore la economía de la isla en general y la calidad de vida de los ciudadanos.

No soy un viejo jugador de ajedrez, apenas un aficionado que siempre que puede participa en torneos provincianos y que pierde las más de las veces; claro que yo juego con maestros, y generalmente aprendo de ellos más de lo que creo. Luego regreso a mi casa y muchas veces me enfrento a mí mismo con un tablero lleno de piezas blancas y negras intentando comprender mi derrota. Muchas veces me doy cuenta de que no fue una derrota, sino un empate, o hasta una victoria pírrica de mi parte. Así que cuando escuché con alegría el acuerdo entre el Gobierno estadounidense y el cubano, volví a recordar las aperturas irregulares que me gusta desarrollar en ajedrez cuando juego con las blancas, y que desconciertan al oponente por el factor sorpresa.

Creo que para todo el mundo la noticia del pasado 17 de diciembre sobre el interés de restablecer las relaciones entre Estados Unidos y Cuba fue una sorpresa: grata para algunos, dolorosa para otros; pero me atrevería a afirmar que fue agradable para la mayoría, que vemos con felicidad el comienzo de la rotura de los obstáculos que han mantenido apartado a los pueblos cubano y estadounidense por más de 50 años, pueblos unidos en muchos casos por una historia común: recordemos que sin el sacrificio de las joyas entregadas voluntariamente por las ricas criollas de La Habana, Washington no hubiera podido pagar a su ejército desarrapado ni derrotar a los ingleses; norteamericanos de honor como el general Henry Reeve lucharon junto a los cubanos en nuestras guerras de independencia contra la colonia española; el héroe nacional de Cuba, José Martí, halló casa en el vecino del norte... Pero no solamente nos une una historia común sino gustos, aficiones, cultura. Hemingway dijo en una ocasión que Cuba era su segunda patria, y allí escribió algunas de sus grandes novelas. Lo que no quita también los grandes desentendimientos y obstáculos que han llevado a que ambas administraciones se hayan mirado con recelo y rencor durante más de media centuria.

Es simbólico que la noticia se haya dado el 17 de diciembre, día de san Lázaro, santo adorado por muchos cubanos, y que Obama haya dicho que «levanta el ancla del pasado», adoptando la posición de que se han equivocado sus antecesores con una política errada respecto a Cuba, que solo ha hecho empeorar la situación del pueblo cubano. Es sugerente que en su discurso haya dicho frases en español, entre ellas la cubanísima «no es fácil», que usamos los cubanos cuando nos referimos a una situación compleja que está frente a nosotros y a la que tratamos de hallar solución, y por supuesto, no es fácil para Obama ser el artífice del deshielo en las relaciones entre los dos países.

Creo necesario hacer un poco de historia. El embargo económico, comercial y financiero fue impuesto parcialmente a Cuba en 1960, en respuesta a las expropiaciones de centrales azucareros, compañías telefónicas y tierras latifundistas que tenían grandes compañías norteamericanas en el país y que habían adquirido en los primeros cincuenta años de libertad democrática, luego de sacudirse el yugo de España, la antigua metrópolis. El embargo comenzó con el recorte en la compra del azúcar cubano por parte de Estados Unidos y la ruptura de las relaciones diplomáticas. En ese momento la Unión Soviética le propuso al gobierno revolucionario comprarle todo el azúcar y venderle petróleo a precios preferenciales. Así que durante la crisis de los misiles de 1961, Kennedy endureció este bloqueo con varias directivas más, que tuvieron el efecto contraproducente de alinear a Cuba mucho más en el bloque soviético.

La guerra fría tuvo muchas veces como epicentro a la pequeña isla. Las guerras se desarrollaban en Colombia, Etiopía, Nicaragua o El Salvador, pero tenían como centro las ideas del pequeño archipiélago. En 1989 cae el campo socialista y el embargo toma mayor fuerza debido a la promulgación en octubre de 1992 de la ley promovida por el senador Torricelli, la Ley de Democracia Cubana, que fue robustecida por la Ley Helms-Burton, la Ley para la Libertad Cubana y la Solidaridad Democrática, mandamiento este último que además afectaba a terceros países cuyas finanzas y movimientos comerciales se encarecerían o serían multados en caso de establecer relaciones comerciales con Cuba, incluyendo la estipulación de que el barco mercante que estuviera en puerto cubano debería esperar seis meses para fondear en puerto estadounidense. Todas estas leyes tenían como objetivo derribar el Gobierno cubano por estrangulamiento económico, por lo que este se planteó el llamado «período especial» en tiempo de paz, que consistía en una serie de medidas económico-políticas para afrontar la caída de más del 85% de las importaciones de alimentos, combustibles, piezas de repuesto y financiamiento externo. Por tanto, las alternativas deberían hallarse dentro del propio país, intentando defender las conquistas del socialismo como la salud y la educación gratuitas. Este no es el espacio para un análisis profundo de este período, pero debemos hacer la acotación de que el endurecimiento del bloqueo estadounidense, y la constante amenaza de invasión militar, llevó a que las necesidades de todo tipo del pueblo cubano se incrementaran y se desarrollaran fenómenos sociales negativos como la prostitución, el alcoholismo, el suicidio, que eran casi desconocidos antes de los años 90. Indudablemente esto afectó sobre todo al cubano de a pie que no recibía remesas en divisas del extranjero, y muchas de las medidas tomadas por el Gobierno cubano, aunque mejorarían la economía nacional a largo plazo, de momento afectaban la economía familiar.

Esta política agresiva de los Estados Unidos hacia Cuba durante décadas fue apuntalada por el poderoso sector del exilio cubano, que tiene un poderoso lobby en el Congreso y el Senado y es capaz (aunque cada vez menos) de mover los votos presidenciales de los latinos en el estado de la Florida; de ahí que su voz tenga que ser escuchada por gobernadores y aspirantes a la presidencia. También tiene el doble rasero de ser un gran negocio, ya que se destina mucho dinero de los contribuyentes estadounidenses al financiamiento de grupos anticastristas y de emisoras de radio y canales de televisión que emiten hacia la isla de Cuba programas en contra del Gobierno.

La detención en Miami de cubanos que prestaban información acerca de las actividades terroristas de cubanoamericanos anticomunistas y su posterior juicio amañado no hizo más que deteriorar las relaciones cubano-americanas; luego, la detención de Alan Gross, un contratista norteamericano que llevaba a Cuba equipos de telecomunicaciones de alta tecnología destinados a grupos disidentes dentro de la isla, las agravó aún más. Parecía que no habría nunca un acuerdo entre ambos países.

¿Praxis capitalista o deshielo diplomático?

Existen varios factores internos y externos que explican el pragmatismo norteamericano al volver a restablecer relaciones con Cuba: primero, las relaciones con los países latinoamericanos que eran «antiguamente su patio trasero» se estaban depauperando; segundo, el fortalecimiento del Mercosur, el alba, la existencia de Petrocaribe y la legitimación de gobiernos de izquierda emergentes en todo el continente y en muchos casos antinorteamericanos; tercero, las posibilidades de hacer negocios en la isla, un sueño largamente acariciado por empresas norteamericanas que ven con aprensión como los europeos y chinos se van afianzando en el mercado cubano (y tienen licitaciones para buscar petróleo en la plataforma marina cubana, donde se pronostica que debe haber inmensos yacimientos). Entonces, la política de embargo sería un dinosaurio que, además, empañaba la imagen de Estados Unidos ante el mundo, luego de haber sido condenado varias veces en la ONU, por lo que una nueva política de distensión daría una visión más positiva de ellos mismos, y a su vez les permitiría desarrollar actividades contra gobiernos que ellos consideran hostiles como el de Venezuela y el de Rusia.

Todo lo anterior conllevó el sorpresivo acuerdo mediante el cual regresaron a Cuba los cubanos presos en Estados Unidos, mediante el canje con Alan Gross, y el sorpresivo anuncio del diálogo para restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países. Cuba ha dado otros pasos al respecto al excarcelar en enero de este año una lista de presos políticos disidentes elaborada por los Estados Unidos.

En su discurso Raúl Castro opinó que «los progresos alcanzados en los intercambios sostenidos demuestran que es posible encontrar solución a muchos problemas», lo que evidencia la buena voluntad de su parte para que haya cambios profundos, aunque evidentemente existen serios obstáculos que no se quitan en solo un día, y él lo reconoce así mismo ya que «tenemos profundas diferencias en materia de democracia, derechos humanos y política exterior», pero que el diálogo es posible, y más que posible, necesario.

El discurso de Obama fue genial, constituyó el alegato valiente de un estadista que reconoce los errores cometidos en el pasado y considera que, si se quiere lograr una cosa diferente a la conseguida hasta ahora, hay que probar caminos heterogéneos: «En el cambio más significativo de nuestra política en más de cincuenta años, terminaremos con un enfoque obsoleto que por décadas fracasó en promover nuestros intereses y, en cambio, comenzaremos a normalizar la relación entre los dos países. A través de estos cambios, es nuestra intención crear más oportunidades para el pueblo estadounidense y para el pueblo cubano y comenzar un nuevo capítulo entre las naciones del continente americano [...] Hemos elegido cortar el ancla del pasado, porque es absolutamente necesario lograr un mejor futuro: para nuestros intereses nacionales, para el pueblo estadounidense y para el pueblo cubano».

Es curioso su discurso si nos percatamos de que tiene dos enfoques: uno micro, destinado a la mejora de la calidad de vida del pueblo cubano, y otro macro, destinado a la mejora de la imagen pública de su país ante el mundo, una imagen lapidada por el bloqueo llevado a cabo ante un pequeño país de apenas 11 millones de habitantes y que, pese a su insignificancia, tiene médicos que prestan servicios en muchos países del mundo, como por ejemplo hoy en día en Nepal, o anteriormente durante la epidemia del ébola en África, donde, por cierto, compartieron instalaciones con el ejército norteamericano que se encontraba allí. De todas formas, no ha cambiado el objetivo inicial de los norteamericanos de llevar al Gobierno cubano a tomar medidas que incrementen, según Estados Unidos, el respeto a los derechos civiles y la democracia en el país.

Luego todo ha ido muy rápido. Parecería que ambas partes tienen deseo de que las medidas tomadas sean irreversibles: el Departamento de Tesoro relaja los requisitos sobre exportaciones e intercambios de dinero con Cuba; el senador Patrick Leahy visita Cuba; los senadores que son clientes del lobby de productores agrícolas y agropecuarios presentan al Congreso un proyecto de ley para la libertad de exportación a Cuba, que eliminaría el bloqueo; la empresa cubana de telecomunicaciones cubana ETECSA y la firma IDT cierran un acuerdo que mejoraría las comunicaciones entre ambos países y las comunicaciones de Cuba en general; en la Cumbre de las Américas, el presidente cubano Raúl Castro intercambia amigablemente con Obama; Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, visita Cuba con un grupo de negociantes con la intención de ir tanteando el terreno virgen para sus empresarios; la Oficina de Intereses de Cuba en Washington ya puede ingresar su cuenta en un banco americano; y como colofón, Cuba es sacada oficialmente de la lista de países que apoyan el terrorismo, lo que evidentemente quitará la presión financiera que se ejerce sobre muchos bancos extranjeros, sobre los que pesa la acusación de hacer negocios con un país promotor de la subversión.

Pareciera que de repente la isla vuelve a ser epicentro de ambiciones económicas y políticas. Súbitamente el presidente francés visita Cuba y la línea aérea española Iberia, que hace dos años había suspendido sus operaciones en el país, anuncia el inicio de sus vuelos a La Habana nuevamente. Google desbloquea servicios que estaban vedados y Apple anuncia su interés en hacer negocios en la isla. ¿La manzana mordida estará dentro de poco a un lado de la Plaza de la Revolución? Master Card, Jetblue, Pfizer, son solo algunas de las grandes compañías interesadas en la isla, y ya muchas están haciendo gestiones para comenzar negocios que inevitablemente favorecerían a Cuba, e impulsarían megaproyectos como el del puerto del Mariel, la construcción de grandes líneas de hoteles o la extracción de níquel en el oriente cubano. Las grandes empresas norteamericanas agropecuarias (la trasnacional Cargill Inc., de hecho, usa toda su influencia para el levantamiento del bloqueo) saben que tienen en Cuba un mercado ideal donde vender sus excedentes, lo que abaratará a su vez las importaciones cubanas, al poder acceder a préstamos y financiamiento internacionales, además de reducir el costo de los fletes.

La USACC es una organización que engloba más de 30 organizaciones agropecuarias estadounidenses, interesadas en levantar el bloqueo para comerciar con Cuba y ser competitivas ante los que no se enfrentan a restricciones legislativas como ellos. En el discurso de inauguración de esta organización, el secretario de Agricultura, Tom Vilsack, opinó que aunque el 2014 había sido un buen año, evidentemente el levantamiento del bloqueo permitiría crear muchos más puestos de trabajo en su país y muchas ganancias para estas compañías. Según Vilsack, «Cuba importa el 80% de sus alimentos, lo que significa que existe un potencial económico significativo para nuestros productores».

Todos estos cambios evidentemente repercutirían en la vida cotidiana de los cubanos; el tiempo dirá si beneficiosamente o no, pero el solo hecho de haberles dado vida y esperanza ya es un logro positivo. Habría que ver si los cambios entre los países son capaces de llenar todas las expectativas que han surgido en el pueblo cubano. Algunas de ellas las podríamos resumir en los siguientes puntos:

• La mejora de las telecomunicaciones: telefonía e Internet. El servicio de telefonía móvil y de Internet en Cuba es caro y deja mucho que desear respecto a la calidad, debido a la conexión satelital mediante la cual se conecta el país y a las infraestructuras obsoletas. Se piensa que una vez finalizado el bloqueo esto mejoraría.
• Mejora de la calidad de la alimentación: Cuba importa más del 80% de los alimentos que consume, por lo que una inyección de capital en los campos cubanos mejoraría esta situación, además de que se abaratarían las importaciones al traerlas desde los cercanos Estados Unidos.
• Acceso a productos electrónicos, ropa y artículos de primera necesidad: Todos los productos de este tipo que se encuentran en Cuba en los centros comerciales generalmente son importados de mercados lejanos como Vietnam y China, lo que encarece los fletes y por tanto los precios para el usuario final.
• Recuperación del poder adquisitivo de los salarios: El salario del cubano se ha desplomado, en el sentido de que la existencia de una doble moneda no solo hace más difícil la contabilidad de las empresas en general, sino que encarece el acceso a productos básicos, y se piensa que al haber un fortalecimiento de la economía los salarios volverían paulatinamente a su valor inicial.

Estas expectativas son altas, pero se debe tener en cuenta que, en caso de cumplirse, serían a mediano o largo plazo, puesto que el bloqueo aún es una realidad, pese a los buenos deseos de Obama y compañía (y otros no tan desinteresados de los empresarios). Un amigo extranjero me decía que debía viajar a La Habana ahora antes de que pusieran un McDonalds donde está actualmente el Museo de Bellas Artes. Como no creo que esto ocurra, le expliqué que el cubano está orgulloso de su identidad cultural, y sí, queremos apertura, pero sin erosionar nuestra dignidad o las conquistas fundamentales que lograron nuestros padres.

Estados Unidos y Cuba han mantenido un largo diferendo que no solo está relacionado con la Cuba pos 1959 y su unión al campo socialista. Este diferendo es histórico, ya desde el siglo xix José Martí, el prócer nacional cubano, alertaba sobre las ansias del poderoso vecino del norte y sus deseos de expansión; Lenin, en su libro El imperialismo: fase superior del capitalismo, calificaba la Guerra Cubano-Hispano-Norteamericana como la primera guerra imperialista desarrollada en el mundo; políticos e intelectuales cubanos como Sanguily y Emilio Roig de Leuchsenring, de principios del siglo xx, proclamaron que Cuba no debe su libertad a los Estados Unidos. Los cubanos fuimos herederos de una tradición antimperialista, de un capital simbólico que apelaba al nacionalismo contra «el norte revuelto y brutal que nos desprecia». Ahora ese mismo norte, esos mismos dirigentes (para usar términos sociológicos, Obama es de la misma casta digamos que Roosevelt), proponen a Cuba el restablecimiento de relaciones diplomáticas, la sacan de la lista antiterrorista y se vislumbran mejorías económicas y financieras entre ambos países. La pregunta es: ¿Seremos capaces de superar añejas desconfianzas que se entroncan en la tradición cubana y son mucho más antiguas que la revolución?, ¿podremos revertir todo un muro de suspicacia frente a los que ocupan el territorio cubano con una base naval, en contra de la voluntad de un pueblo?, ¿los cubanoamericanos contrarios al Gobierno cubano se percatarán de que su estrategia dura está petrificada en el pasado y que es mejor la estrategia Obama soft-mercantil para lograr cambios en la sociedad cubana?

De momento son interrogantes sin respuesta. El 17 de diciembre, definitivamente, es una fecha histórica: Obama ha apostado fuerte y ha abierto su partida de ajedrez con una apertura Sokolsky. La próxima movida la dará el Congreso estadounidense y el fuerte lobby anticubano que se mueve allí. De momento Cuba ha sido sacada de la lista de países terroristas. Parece ser que en las próximas jugadas habrá un jaque mate al bloqueo cincuentenario, perdón, al rey contrario.

Víctor Hugo Pérez Gallo es un escritor cubano. Doctor en Sociología por la Universidad de Oriente y catedrático de Sociología de la Cultura. También trabaja temas relacionados con el poder, el género y el conocimiento. Ha publicado varios libros y monografías en Cuba, España, Francia e Italia, entre los que se encuentran Algunas contradicciones epistemológicas de los estudios de las masculinidades en Cuba, La etnometodología aplicada a los estudios de género y Los endemoniados de Yaguaramas.

 
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